Página:La ciudad de Dios - Tomo II.pdf/335

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
333
La ciudad de Dios

voluntad divina; la otra anda reprimida y refrenada por la omnipotencia del Altísimo, para que no nos cause tantos perjuicios como quisiera; la una se lisonjea y burla de la otra para que, contra su voluntad, no aprovechen sus persecuciones; la otra tiene envidia de aquélla, porque va recogiendo piadosamente sus peregrinos y descaminados. Habiendo, pues, entendido nosotros en este lugar del Génesis, bajo el nombre de luz y tinieblas, significadas estas dos compañías angélicas, entre sí diferentes y contrarias, la una que es de naturaleza buena y de voluntad recta, y la otra también de naturaleza buena, pero de perversa voluntad, y habiéndolas declarado y apoyado con otros testimonios más convincentes de la sagrada Escritura, aunque acaso sintió lo contrario sobre este lugar el que lo escribió, no hemos ventilado inútilmente la obscuridad de esta autoridad, porque cuando no hayamos podido aclarar rastreando la voluntad del autor de este libro, sin embargo, no nos hemos separado de la norma de la fe cristiana, la cual es bien notoria á los fieles por otros testimonios de la sagrada Escritura que tienen igual autoridad, pues aunque aquí se relacionan las obras corporales que hizo Díos, tienen sin duda cierta analogía con las espirituales, según la cual dice el apóstol (1) «todos vosotros sois hijos de la luz é hijos de Dios, pues no lo somos de la noche ni de las tinieblas», y si también sintió lo mismo que decimos el que lo escribió, nuestra intención y deseos habrán llegado al complemento y único fin del objeto que controvertíamos, de manera el hombre Dios, dotado de una sabiduría insigne y divina, ó, por mejor decir, por él, el Espíritu Santo refiriendo las obras que hizo Dios, (1) San Pablo, I ep. á los tesalónicos, cap. V, ait. Omnes enim vos filii lucis estis et filii Dei: non sumus noctis neque tenebrarum.