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La ciudad de Dios

dijo Dios por su ángel, cuando envió á Moisés por su legado á los hijos de Israel, significándole el nombre y autoridad del aupremo principe y legislador que le enviaba por estas insinuantes y misteriosas palabras: «yo soy el que soy», porque siendo Dios suma esencia, esto es, siendo sumo, y siendo por esto inmutable, á las cosas que crió de la nada dió el ser; pero no un ser sumo, como lo es su Divina Majestad. A unos distribuyó el ser en más, y á otros en menos; y así ordenó respectivamente por sus grados las naturalezas de las esencias; porque así como de lo que es saber se llama la sabiduría, así de lo que es ser se llama esencia, bien que con un nombre nuevamante inventado, no usado de los antiguos autores de la lengua latina, pero ya usado en nuestros tiempos para que no faltase en nuestro idioma la voz que los griegos denominan en la suya osia, mediante á que esta palabra está traducida á la letra para decir y significar la esencia; y, por consiguiente, á la naturaleza, que sumamente es, de cuya poderosa mano proceden todos los entes que tienen ser, no hay naturaleza contraria aíno la que no es, en atención á que á lo que es se opone, ó es contrario el no ser; y por eso, respecto de Dios, esto es, de la suma esencia, y autor de todas y cualesquiera esencias, no hay esencia alguna contraria.



CAPÍTULO III

De los enemigos de Dios, no por naturaleza, sino por voluntad contraria, lo cual, cuando á ellos les perjudica, sin duda que daña á una naturaleza buena, porque el violo, si no daña, no es.


♥ Llámanse en la Sagrada Escritura enemigos de Dios los que contradicen y reaisten á su mandato, no per