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La ciudad de Dios

CAPÍTULO VI

Cuál es la causa de la bienaventuranza de los ángeles buenos y la de la miseria de los ángeles malos.


347 Por tanto, inferimos rectamente que la verdadera causa de la bienaventuranza de los ángeles buenos es porque están unidos con él, que es el sumo Ser entre todos los entes; y cuando indagamos curiosamente la causa de la miseria de los ángeles malos, con razón se nos ofrece la causal de que es, porque, volviendo las espaldas al que es sumo Dios, se convirtieron á sí propios, que no son sumos ú omnipotentes, y á este vicio, ¿cómo le designaremos, sino con el nombre de soberbia? Porque «la soberbia es el origen de todo pecado» (1): no quisieron pues, (2), «referir á Dios su fortaleza», y los que fueran más, si se unieran con el Señor, que es sumo, prefiriéndose á él, antepusieron lo que realmente es menos. Este fué el primer defecto, la primera falta y el primer vicio de la naturaleza angélica, que fué criada en tal conformidad, que no fué suma, aunque pudo gozar para obtener la bienaventuranza de aquel Señor, que es sumo, á quien, volviendo las espaldas, aunque no se aniquiló, pero fué menos que era, y, por tanto, eternamente infeliz. Y si buscamos la causa eficiente de una voluntad tan perversa, hallaremos que es nada; porque, ¿qué es lo que hace mala á la voluntad, siendo ella la que piensa y pone en ejecución la operación pecaminosa? Luego, consiguientemente, la voluntad es la causa eficiente de la mala obra, y la causa principal de la mala voluntad es nada; porque (1) Ecles., cap. X. Initium omnis peccati, superbia.

(2) Salmo 58. Ad illum custodire fortitudinem suam.

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