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La ciudad de Dios

que dice el apóstol (1): «¿qué hombre hay que baste á saber los altos decretos de Dios? O quién podrá imaginar qué es lo que quiere la voluntad del Señor? Porque los pensamientos de los mortales son falsos y tímidos, inciertos y engañosos nuestros discursos, pues este cuerpo corruptible agrava al alma, y esta habitación ó máquina de tierra abate y oprime el espíritu ocupado de varios pensamientos y cuidados». Entre esta multitud de ideas que revuelvo y hallo en esta terrena habitación y casa (que, en efecto, son muchas, y entre las cuales ó fuera de ellas, haya alguna, de que acaso no pienso, que sea la verdadera), si dijere que la criatura fué ó existió siempre, cuyo Señor fuese el que es siempre Señor y nunca dejó de ser Señor, pero que esta criatura es ahora una, ahora otra, por unos y otros espacios de tiempos, porque no digamos que hay alguna coeterna á su Criador, que es contra la fe y buena razón; nos debemos guardar de que sea un absurdo y ajeno de la luz de la verdad, que la criatura mortal haya sido siempre por el orden y sucesión de los tiempos, yendo una y sucediendo otra, y que la inmortal no empieza á ser sino cuando llegaron nuestros siglos, cuando también fueron criados los ángeles, si es que aquella luz que primeramente fué criada los significa bien ó aquel cielo de quien dice la sagrada Escritura: «en el principio hizo Dios el cielo y la tierra» (2) con no haber existido antes de ser formados; porque si decimos que los inmortales fueron siempre, no debe entenderse que (1) San Pablo, op. & los Rom., cap. XI y Sapien, cap. IX., ajunt: Quis hominum potest scire.consilium Dei, aut quis poterit cogitare, quid velit Dominus? Cogitationis enim mortalium timide, et incertæ adinventiones nostre, Corruptibile enim corpus aggra vat animam, et deprimit terrena in habitatio sensuum multa cogitantem.

(2) Génesis, cap. I: In principio fecit Deus caelum el terram.