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San Agustín

tabilidad como causas eficientes de estos siglos que pasan con el tiempo, no me atrevo á definirlo, porque acaso podrá ser que se llame siglo lo que son los siglos, así como no es otra cosa cielo de cielo que cielos de cielos, porque cielo llamó Dios al firmamento sobre que están las aguas, y, no obstante, dice el real profeta (1), «las aguas que están sobre los cielos alaben el nombre del Señor». Qué cosa sea de estas dos, ó si fuera de ambas podemos entender alguna otra de los siglos de los siglos, es una cuestión muy profunda; ni al punto que en la actualidad tratamos, impedirá si en el ínterin, dejándola indecisa, la diferimos para en adelante, ya sea que podamos definir sobre ella, ya sea que, tratándola con más exactitud, nos hagamos más cautos y reservados, para que en tanta obscuridad no nos atrevamos y arroguemos la facultad de determinar decisivamente sobre un negocio tan escabroso, lo que siempre sería temeraria é inconsideradamente, porque al presente disputamos contra los que ponen aquellos circuitos con que entienden que necesariamente unas mismas cosas vuelven siempre por sus intervalos y espacios de tiempos, pero cualquiera de aquellas dos opiniones acerca de los siglos de los siglos que sea verdade—ra no hace al caso para estos circuitos, porque ya sean los siglos de los siglos, no los mismos que volvieron por aquella su revolución, sino los que corren, derivándose unos de otros con una conexión y trabazón muy concertada, quedando la bienaventuranza de los libertados ciertísima, sin que tengan recurso alguno los trabajos é infortunios, ya los siglos de los siglos sean eternos, como eficientes de los siglos temporales, como señores de aus súbditos, aquellas revoluciones con que (1) Salmo 148. Et aque, que super calos sunt, laudent nomen Domini.

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