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La ciudad de Dios

novedad alguna en su voluntad, no será dificultoso el advertir que fué mucho mejor lo que Dios hizo cuando de un solo hombre, que crió en el principio, multiplicó el género humano, que si le empezara por muchos; porque habiendo criado á los demás animales, á unos solitarios, agrestes, y en cierto modo solivagos, esto es, que apetecen y gustan más de la soledad y de vivir solos, como son las águilas, milanos, leones, lobos y todos los demás que son de esta especie, á otros los hizo aficionados á la sociedad y á vivir congregados para habitar juntos á bandadas y en rebaños, como son las palomas, estorninos, ciervos, gamos y otros semejantes; con todo, no propagó y multiplicó estos dos géneros principiando por uno, sino mandó que fuesen muchos juntos: pero al hombre, cuya naturaleza la criaba en cierto modo media entre los ángeles y las bestias, de tal suerte, que si se sujetase á su Criador como á verdadero Señor, y guardase con piadosa obediencia su precepto y mandato, pasase al bando y sociedad de los ángeles sin intermisión de la muerte, alcanzando la bienaventurada inmortalidad sin fin, y si usando de su libre voluntad con soberbia é inobediencia ofendiese á Dios, su Señor, condenado á muerte viviese bestialmente y fuese siervo de su apetito, y después de la muerte destinado á la pena eterna. Le crió uno y singular, no para dejarle solo sin la humana compañía, sino para encomendarle con esto más estrechamente la unión con la misma compañía y el vínculo de la concordia: viniéndose á juntar los hombres entre sí, no sólo por la semejanza de la naturaleza, sino también por el afecto de la cognación, supuesto que aun á la misma mujer que se había de unir con el varón, no la quiso criar como á él, sino de él, á efecto de que todo el género humano se propagase y extendiese de un solo hombre.

Tomo II.
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