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San Agustín

do, donde había tanta facilidad en no pecar; porque así como no sin razón se celebra por grande la obediencia de Abraham, porque en sacrificar á su hijo le mandaron una operación dificultosísima, así también en el Paraíso tanto mayor fué la inobediencia, cuanto más fácil era lo que se les mandaba. Y así como la obediencía del segundo Adán es más célebre y digna de perpetuarse en los fastos y anales del mundo, porque fué obediente hasta la muerte, así la inobediencia del primero fué más abominable, porque fué inobediente hasta la muerte. Porque cuando hay impuesta rigurosa pena á la inobediencia, y lo que manda el Criador ea fácil en la ejecución, ¿quién podrá encarecer bastantemente cuán grave maldad sea no obedecer en un precepto tan obvio, y más á un mandamiento de tan soberana potestad, y so pena tan horrible? Y, en efecto, por decirlo en breves palabras, en la pena y castigo de aquel pecado, ¿con qué castigaron ó pagaron la inobediencia sino con la inobediencia? ¿Porque cuál otra cosa es la miseria del hombre sino padecer contra sí propio la inobediencia de sí propio, y que ya que no quiso lo que pudo, quiera lo que no puede? Porque aunque en el Paraiso, antes de pecar, no podía todas las cosas, con todo, lo que no podía no lo quería, y por eso podía todo lo que quería; pero ahora, como lo vemos en su descendencia y lo insinúa la Sagrada Escritura, homo vanitati similis factus est: «el hombre se ha vuelto semejante á la vanidad»; pues ¿quién podrá referir cuánta inmensidad de cosas quiere que no puede, entretanto que él mismo á sí propio no se obedece, esto es, no obedece á la voluntad el ánimo, ni la carne, que es inferior al ánimo? Porque á pesar suyo, muchas veces el ánimo se turba y la carne se duele, se envejece y muere, y todo lo demás que padecemos no lo sufriéramos contra nuestra voluntad, si nuestra naturaleza SAN AGUSTIN