Página:La ciudad de Dios - Tomo III.pdf/109

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
107
La ciudad de Dios

se llega a su fin, se anega y pasma la agudeza y vigilia del entendimiento.

¿Qué amigo de la sabiduría y de goces y de contentamientos santos y honestos habrá que, en el estado de matrimonio, como lo advirtió el apóstol sciens das suum possidere in sanctificatione et honore, non in morbo desiderii, sicut et Gentes que ignorant Deum «sabiendo poseer su vaso santa y honradamente, no conforme á los desarreglados deseos de la intemperancia, como los paganos que ignoran á Dios», no preferirá, si puede, engendrar á sus hijos sin ese torpe apetito, de suerte que aun en el acto de la generación y propagación de la especie hu.mana, los miembros que erió Dios para este efecto obedezcan y sirvan á la razón como los demás, distribuídos y acomodados para su peculiar servicio, movidos por la voluntad y no estimulados y arrebatados por la furia del torpe apetito?

Además, los mismos aficionados á este deleite no están idóneos cuando quieren, ya sea para el débito del matrimonio, ya para la satisfacción de sus liviandades, porque las excitaciones de la carne unas veces les importunan y otras les abandonan cuando las desean con más ardor, y mientras el apetito hierve en el ánimo, en el cuerpo está muerto y helado; de modo que, por maravilla este deseo, no sólo no sirve ni acude á la voluntad de la generación, sino tampoco á los apetitos de deleitas é impurezas, y unas veces contrarresta el ánimo y deseo y otras lucha consigo mismo, por que, excitando el ánimo, no le obedece moviendo también el cuerpo.