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La ciudad de Dios

carne; mientras que lo que es el hombre padre, es también el hombre hijo. Todo el linaje humano que se había de propagar por medio de la mujer en aus hijoa y generación, existió en el primer hombre cuando los dos primeros casados recibieron la divina sentencia de su condenación; y lo que se hizo el hombre, no cuando le crió Dios, sino cuando pecó y fué castigado, eso fué lo que engendró respecto al origen del pecado y de la muerte. No quedó el hombre reducido con el pecado ó con la pena á la ignorancia y flaqueza de ánimo y cuerpo que observamos en los niños, que en esta ignorancia é imbecilidad quiso Dios que entrasen en la vida, como los hijos de las bestias, los tiernos hijos de los ,padres que había condenado á una vida y muerte propia de bestias, como lo dice la Sagrada Escritura: «el hombre, cuando vivía honrado en la justicia original, no entendió, no usó de la razón, y pecando, vino á ser semejante á las bestias que no tienen discurso ni razón, siendo mortal como ellas» (1); y aun observamos en los niños que en el uso y movimiento de sus miembros, y en el sentido de apetecer ó evitar, son aun más débiles é indolentes que los más tiernos hijos de los demás animales; como si la virtud humana con tanta mayor excelencia se aventajase sobre todos los demás animales, cuanto más se detiene en dilatar su imperio retirándole atrás como aaeta cuando entran y flechan el arco; así que no sólo cayo el primer hombre con aquella au ilícita y vana presunción, ó le arrojaron y condenaron con justísimo decreto á la rudeza y flaqueza de niños, sino que la naturaleza humana quedó en él corrupta y mudada, de manera que padeciese en sus miembros la inobediencia y repugnancia (1) Salmo 48. Homo cum in honore esset, non intellerit: comparatus est pecoribus non intelligentibus, et similis factus est iltia.