de la concupiscencia, y quedase sujeta á la necesidad de morir, y así engendrase lo que vino á ser por su culpa y por la pena y castigo que en él hicieron, esto es, hijos sujetos al pecado y á la muerte. Y cuando los niños se libran de esta sujeción del pecado por la gracia de Jesucristo nuestro mediador y redentor, sólo pueden padecer la muerte que aparta y divide al alma del cuerpo; pero no pasan á aquella segunda de las penas eternas, porque están ya libres de la obligación del pecado.
CAPÍTULO IV
viese absuelta ya del vínculo del pecado era porque si consiguientemente al sacramento de la regeneración se siguiera luego la inmortalidad del cuerpo, la misma fe perdiera su fuerza y vigor, la cual entonces es fe, cuando se aguarda con la esperanza lo que aun no se ve por la obra. Y con la virtud y contraste de la fe en la edad madura habian de llegar á vencer los hombres el temor de la muerte, lo cual principalmente resplandeció en los santos mártires; de este contraste y pugna, no hubiera, sin duda, ni victoria ni gloria, porque tam-