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La ciudad de Dios

voluntates ejus: «las obras grandes de Dios, cuya razón pende de sola su voluntad»: porque el que con su providencia y omnipotencia distribuye á cada cosa lo que la pertenece, no sólo sabe usar bien de los bienes, sino también de los males; y así, usando bien Dios del ángel malo, que por el mérito de la primera voluntad mala se condenó, obstinó y endureció de manera que ya no puede tener buena voluntad; ¿por qué razón no había de permitir que fuese tentado por él el primer hombre, al que había criado recto, esto es, de buena voluntad? Supuesto que estaba dispuesto de modo que si confiaba en la ayuda de Dios, el hombre bueno viniera á vencer al ángel malo; y si, agradándose á sí propio con soberbía, dejaba á Dios su Criador y auxiliador, había de ser vencido; teniendo el mérito bueno en la voluntad recta favorecida de Dios, y el malo en la voluntad perversa desamparando á Dios; pues aunque esto mismo, que es confiar en la ayuda de Dios, no le era posible sin la ayuda de Dios, no por eso dejaba de estar en su potestad el apartarse, agradán dose á si propio de estos beneficios de la divina gracia. Porque así como no está en nuestra mano el vivir en este cuerpo sin la ayuda de los elementos, y está en nuestra potestad no vivir en él, como lo hacen los que se matan, así no estaba en nuestra potestad el vivir bien en el cuerpo sin el favor de Dios, aun en el Paraíso; pero estaba en nuestra facultad el vivir mal, aunque con condición de que no había de permanecer la bienaventuranzasino que había de sobrevenirnos la condigna pena y castigo. Así que, no ignorando Dios esta caída que había de dar el hombré, ¿por qué motivo no le había de dejar tentar por la malignidad del ángel envidioso?

Aunque en ningún modo estuviese incierto de si había de ser vencido, sino previendo y sabiendo ya entonces que este mismo demonio sería vencido por