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San Agustín

la generación y descendencia del hombre, ayudada de su gracia con mayor gloria de los santos: y así se hizo, que ni á Dios se le escondió cosa alguna de las futuras, ni por su presciencia compelió á pecar á nadie; y manifesti con la experiencia á la criatura racional, angélica y humana la diferencia que hay entre la propia presunción de cada uno y entre su defensa y amparo; porque ¿quién se atreverá á creer ó decir que no estuvo en la potestad de Dios el que no cayese ni el ángel ni el hombre? Pero más quiso no quitarles tal libertad á su albedrio, manifestando de esta manera cuánto mal podía traer la soberbia de ellos, y cuánto bien su divina gracia.



CAPÍTULO XXVIII

De la calidad de las dos ciudades, terrena y celestial.


Así que, dos amores fundaron dos ciudades, es á saber: la terrena el amor propio hasta llegar á menospreciar á Dios, y la celestial el amor á Dios hasta llegar al desprecio de sí propio. La primera puso au gloria en sí misma, y la segunda en el Señor; porque la una busca que le den honor y gloria los hombres, y la otra estima por suma gloria á Dios, testigo de su conciencia: aquélla, estribando en su vanagloria, ensalza su cabeza, y ésta dice á sa Dios: gloria mea, et exaltans caput meum, «vos sois mi gloria y el que ensalzais mi cabeza»: aquélla reina en sus príncipes ó en las naciones á quienes sujetó la ambición de reinar; en ésta unos á otros se sirven con caridad, los directores aconsejando y los súbditos obedeciendo; aquélla en sus poderosos ama su propio poder; ésta dice. á su Dios: diligan te Domine,