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La ciudad de Dios

ciudad de Dios, predestinado por la gracia, elegido por la gracia, y por la gracia peregrino en el mundo, y por la gracia ciudadano del cielo. En lo respectivo á su naturaleza nació de la misma masa, que originalmente estaba toda inficionada y corrupta; pero Dios, «como insigne alfarero (esta semejanza trae muy á propósito el apóstol), hizo de una misma masa un vaso destinado para objetos de estimación y aprecio, y otro para cosas viles» (1). Sin embargo, primeramente se hizo el vaso para destinos humildes y despreciables, y después el otro para los preciosos y grandes; porque aun en el mismo primer hombre, como insinué, primero es lo réprobo y malo, de donde es indispensable que principiemos, y en donde no es necesario que nos quedemos, y después es lo bueno, en donde, aprovechando espiritualmente, caminemos, y á donde llegando nos quedemos. Por lo cual, aunque no todo hombre malo será bueno, no obstante, ninguno será bueno que no haya sido malo; pero cuanto más breve se mude en lo mejor, tanto más conseguirá que el nombren con el dictadode aquello que aprendió y alcanzó, y con el nombre último encubre lo primero. Así que dice la Sagrada Escritura de Caín que fundó una ciudad; pero Abel, como peregrino, no la fundó, porque la ciudad de los santos es soberana y celestial, aunque produzca en la tierra los hijos, en los cuales es peregrina hasta que llegue el tiempo de su reino, cuando lleguen á juntarlos todos, resucitando con sus cuerpos, y entonces se les entregará el reino prometido (2), donde con su príncipe, rey de los siglos, reinarán sin fin para siempre.

(1) San Pablo, ep. á los Roman., cap. IX. Tanquam figulus ex eodem massa fecit aliud vas in honorem, aliud in contumeliam.

(2) San Mateo, cap. XXV.