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San Agustín

que en esto, concuerda muy á propósito la alegoría en que, así como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido milagrosamente en virtud de la divina promesa, así sucede ahora. ¿Pero qué dice la Sagrada Escritura? (1) «Echa de casa á la esclava y á su hijo, esto es, al judío con su madre la Sinagoga, porque no ha de entrar en la herencia el hijo de la esclava con el hijo de la esposa libre y legítima (esto es, el judío carnal con el cristiano fiel y espiritual).

Nosotros, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre, lo cual debemos á Cristo, que nos puso en libertad.» Esta forma de inteligencia que nos enseña la autoridad apostólica, nos abre camino para saber cómo hemos de entender la Sagrada Escritura, que está distribuida en dos Testamentos, Viejo y Nuevo, porque una parte de la ciudad terrena vino á ser imágen de la ciudad celestial, no significándose á sí, sino á ésta, y por tanto sirviéndola; porque no fué instituída por amor de sí misma, sino para signifiçar á la otra; y con otra precedente significación esta misma que fué figura, fué también ella figurada; pues Agar, la esclava de Sara y su hijo fueron una imagen de esta imagen. Y porque habían de pasar y cesar las sombras en viniendo la luz, dijo Sara la libre, la que significaba la ciudad libre, á quien, para significarla de otro modo, le servía también aquella sombra: «echa á la esclava y á su hijo, porque no ha de ser heredero el hijo de la esclava con mi hijo Isaac», lo que llama el apóstol, con el hijo de la libre. Así que hallamos en la ciudad terrena dos formas, una que nos muestra su presencia, y otraque sirve con su presencia para significarnos la ciudad celestial. A los ciudadanos de la ciudad terrena los pare y produce la naturaleza corrupta con el pecado; (1) Génesis, cap. XXI.