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La ciudad de Dios

suyo, con cuya compañía se alegra en la forma que puede ser alegría la de tales cosas; y por que no es tal este bien, que libre y excuse de angustias á sua amadores, por eso esta ciudad de ordinario anda desunida y dividida entre sí con pleitos, guerras y batallas, procurando alcanzar victorias, ó mortales, ó á lo menos efímeras; pues por cualquiera parte suya que se quisiere levantar haciendo guerra contra la otra parte suya, pretende ser victoriosa y triunfadora de las gentes, siendo cautiva y esclava de los vicios; y si, cuando vence, se vuelve arrogante y soberbia, también así es mortal. Pero si considerando la condición y los casos comunes se aflige más con las cosas adversas que le pueden auceder, que se alegra y regocija con las prósperas que le acontecieron, solamente entonces será ventajosa esta victoria, aunque no podrá, por no ser eterna, dominar siempre á aquellos que pudo sujetar venciendo. Pero no será acertado decir que no son bienes los que apetece esta ciudad, puesto que, en su género, ella misma es un bien, y más excelentes que aquellos otros bienes. Para gozar de éstos desea cierta paz te.

Irena y con tal fin promueve la guerra. Si venciere y no hubiere quien resista, habrá paz, la que no tenían los partidos que entre sí se contradecían y peleaban con miserable mengua y necesidad por las cosas que juntamente no podían tener. Esta paz pretenden las molestas y ruinosas guerras, ésta alcanza la que se estima por gloriosa victoria, y cuando vencen los que tenían causa justa, ¿quién duda que fué digna de parabién la victoria, y que sucedió la paz que se pudo desear? Estos son bienes y sin duda dones de Dios son; pero ai, sin hacer caso de los mejores que pertenecen á la ciudad soberana, donde habrá segura victoria en eterna y constante paz, se desean estos bienes; de manera que, ó entiendan ques on solos, ó los amen y quieran más que los que