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La ciudad de Dios

que fuereis más espirituales, procurad remediar á este con espíritu de mansedumbre, considerándose cada uno á sí propio; no caigas tú también en la tentación»».

Y en otra parte: sol non occidat super iracundiam vestram: «no se ponga el sol y os anochezca estando enojados y durando el rencor y la cólera». Y en el Evangelio (1): «si pecare contra ti tu hermano, corrigele entre ti y él á solas». Asimismo de los pecados en que se pretende evitar el escándalo de muchos, dice así el apóstol (2): «á los que pecan repréndelos públicamente delante de todos, para que los demás se recaten y teman»». Por eвo sobre el perdonarnos mutuamente las ofensas también noa da saludables consejos, recomendándonos con tanto cuidado la paz, «sin la cual ninguno podrá ver á Dios» (3). A cuya doctrina viene muy al caso aquel terror y espanto que excita en nuestros corazones cuando contemplamos que se ordena al otro siervo devolver la deuda de los diez mil talentos que le habían ya perdonado, porque él no remitió la deuda de cien denarios á su consiervo y compañero. Y habiendo propuesto este símil, añadió el buen Jesús y dijo: «así también lo hará vuestro Padre celestial con vosotros, si no perdonare cada uno de corazón á su hermano». De este modó se van curando los ciudadanos de la ciudad de Dios que peregrinan como pasajeros en esta terrena, y suspiran por la paz imperturbable de la soberana patria; y el Espíritu Santo va obrando interiormente en ellos para que aproveche algún tanto la medicina que exteriormente se les aplica; porque de otro modo, aun(1) San Mateo, cap. XVIII. Si peccaverit in te frater tuus, corripe eum inter te ipsum solum, (2) San Pablo, I. ep. á Timoth., oap. V. Peccantes coram omnibus argue; ut et cæteri timorem habeant.

(8) San Pablo, ep. á los hebreos, cap. XII. Sine qua nemo poterit videre Deum.