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San Agustín

no se entienda será, sino sea, á modo en fin de precepto, y no de profecía. Porque será cada uno señor del pecado, si no le hiciere señor de sí, defendiéndole, sino se le sujetare haciendo penitencia, pues de otra manera, favoreciéndole al principio le servirá también cuando después impere en su ánimo. Pero para que por el pecado se entienda la misma concupiscencia carnal, de la que dice el apóstol (1) «que la carne apetece contra el espíritu», entre cuyos frutos de la carne comprende también la envidia, que sin duda estimulaba á Caín y le encendía contra su hermano, bien se suple y entiende será, esto es, á ti será au conversión, y tú serás señor de él, porque cuando se conmoviera la misma parte carnal, á que llama pecado el apóstol (2), donde dice: «no lo hago yo, sino el pecado que habita en mí»: á cuya parte llaman también los filósofos viciosa, no como quien deba llevarse tras si al espíritu, sino á quien deba mandar el espíritu, refrenarla y reprimirla, apartándola de las operaciones ilicitas con la razón, cuando esta parte carnal se conmoviere para hacer alguna acción mala, si nos acomodásemos y abrazásemos con el saludable consejo del apóstol (3), «que ne demos fuerzas y armemos al pecado con nuestros miembros»: domada y vencida se convierte y vuelve al espíritu para darle la obediencia, y que reine sobre ella la razón. Esto mandó Dios & Caín, que ardía de rencor y envidia contra su hermano, y al que debiera imitar deseaba quitar la vida: «sosiégate, dice, esto es, no pongas las manos en ese pecado (4), no reine él en tu mor(1) San Pablo, ep. á los Galat., cap. V. Caro concupiscit adtersue spiritum.

(2) San Pablo., ep. á los Romanos, cap. VII. Non ego operor illud, sed quod habitat in me peccatum.

(3) San Pablo, ep. á los Romanos, cap. VI. Ne exhibueritis membra vestra arma iniquitatis peccato.

(4) San Pablo, ep. & los Romanos, cap. VI. Non regnet pec-