Página:La ciudad de Dios - Tomo III.pdf/169

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
167
La ciudad de Dios

ses lunares, añadiendo por causa del curso del sol cinco días, y una cuarta parte del día: tan grande era el segundo mes del año de 600 en la vida de Noé, y tan grande el día veinte y siete del dicho mes cuando principió el Diluvio, en el cual se dice que por cuarenta días continuos cayó inmensa lluvia, cuyos días no tenían dos ó pocas más horas, sino veinte y cuatro continuadas de día y de noche. Y por eso tan dilatados años vivieron los antiguos padres, pasando de novecientos; como los vivió después Abraham hasta el número de ciento setenta y cinco, y después de él su hijo Isaac hasta el de ciento y ochenta, y Jacob, hijo de éste, cerca de ciento y cincuenta (1); y como, después de transcurridos algunos años, Moisés vivió (2) ciento y veinte, y como viven ahora los hombres setenta ú ochenta, y no mucho más, de quienes dijo también la Escritura (3), «que lo que vivían demás era molestia y dolor»». La variedad de números que se encuentra entre los libros hebreos y los nuestros no afecta á los muchos años que vivían los antiguos; y si hay algún otro ejemplar tan diverso que no pueda ser verdad lo uno y lo otro, la fe y la verdad de la historia debemos buscarla en el idioma de donde se tradujeron las notícias que tenemos: lo cual, pudiéndolo hacer con facilidad los que quieran, con todo, no es sin oculto misterio que ninguno se haya atrevido á enmendar por los libros hebreos lo que los setenta intérpretes en muchos lugares parece que sientan con notable diyersidad; porque aquella diferencia no la han tenido por falsa ó errata, ni yo juzgo que debe tenerse por tal; sino que donde no hay error ó equivocación del amanuense, debe creerse que ellos, donde el sentido confronta con la verdad (1) Genesis, cap. XXV y XXXV.

(2) Deuteronom, cap. XXXIV.

(3) Salmo 89. Et umplius eis labor et dolor.