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San Agustín

y predica lo que es positivo é indudable, con divino espíritu quisieron decir alguna cosa de otra manera, no á modo de intérpretes, sino con libertad de profetas, y así con razón se demuestra que la autoridad apostólica, cuando cita los testimonios de las Escrituras, usa no sólo de los hebreos, sino también de estos mismos. Pero de este particular, con el favor de Dios, ya prometí que trataría más singularmente en otro lugar más oportuno. Ahora quiero concluir con lo que tenemos entre manos, esto es, que no debemos dudar de que pudo el hombre que nació primero del primer hombre, cuando vivían tanto tiempo, fundar la ciudad terrena, no la que llamamos Ciudad de Dios, por la cual y por el deseo de escribir sobre ella largamente nos hemos encargado de la molesta fatiga de una obra tan grande como ésta.



CAPÍTULO XV

Si es creible que los hombres del primer siglo no conocieron mujer hasta la edad en que se dice que engendraron hijos.


Dirá ciertamente alguno: ¿Será posible hayamos de creer que el hombre que había de engendrar hijos y que no tenía resolución firme de ser continente ó célibe, estuviese sin conocer carnalmente mujer alguna por espacio de cien años y más, ó, según los hebreos, no mucho menos, esto es, ochenta, setenta y sesenta años, ó si no dejó de conocerla, que no pudo procrear hijo alguno? A esta duda se satisface de dos modos: porque ó tanto más tardía proporcionalmente fué la pubertad cuanto fué mayor y de más años la edad de toda la vida, ó lo que me parece más creíble, que no se refieren aquí los hijos primogénitos, sino los que exige el orden de la