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La ciudad de Dios

CAPÍTULO IX

Si el tiempo de la muerte en que pierden los que mueren el sentido de la vida, se ha de decir que está en los muertos.


Pero ¿cómo hemos de llamar aquel tiempo en que las almas, separadas de sus cuerpos, están, ó participando del sumo bien, ó padeciendo el mayor mal? ¿Diremos que es el momento mismo de la muerte, ó el tiempo que sigue después de la muerte? Porque si es después de la muerte, ya no es la misma muerte, que ya ha pasado, sino la vida presente del alma que sigue inmediatamente, ó buena ó mala. Eu atención á que la muerte entonces les será mala cuando ella era, esto es, cuando la padecían los que morían, por serles grave y molesto lo que sentían; y de este mal y penalidad usan bien y se aprovechan los buenos; pero la muerte que ya ha pasado, ¿cómo puede ser, ó buena ó mala, supuesto que ya no es? Y si todavía quisiéremos considerarlo con más escrupulosidad, advertiremos que no será muerte la que dijimos que sentían grave y molesta los que morían; porque entre tanto que sienten, aun viven, y si todavía viven, mejor diremos que están ó existen antes de la muerte, que no en la muerte; porque cuando ésta llega quita todo el sentido, el cual, aproximándose la muerte, es penoso y molesto al cuerpo, y por lo mismo es difícil declarar, como decimos que mueren ó están en la muerte los que aún no son muertos, sino que acercándose ya la muerte, están padeciendo una extrema y mortal aflicción; aunque de éstos digamos con propiedad que se están muriendo; mas cuando llega la muerte que los amenaza, ya no decimos que se mueren, sino que están muertos. Todos los que están muriendo están vivos, porque el que se halla en

Tomo III.
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