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San Agustín

que se llaman ángeles de Dios, y de las mujeres que amaron, leemos que nacieron, no hombres como los de nuestra especie, sino gigantes, como si no hubieran nacido también en nuestros tiempos algunos que en la elevada estatura de sus cuerpos han excedido extraordinariamente la medida ordinaria de nuestros hombres, como lo tengo ya referido arriba. ¿No hubo en Roma, hace pocos años, antes de la ruina y estragos que los godos hicieron en aquella suntuosa ciudad, una mujer con su padre y madre, cuyo cuerpo en cierto modo gigantesco sobrepujaba y excedía notablemente á todos los demás, y que solo para verla acudía singular concurso de todas partes, causando particular admiración que sus padres no eran más altos que los más altos que ordinariamente vemos? Pudieron, pues, nacer gigantes aun antes que los hijos de Dios, que se dijeron también ángeles de Dios, se mezclasen con las hijas de los hombres, esto es, de los que vivían según el hombre, es á saber, los hijos de Seth con las hijas de Caín; porque la Sagrada Escritura donde leemos esto, dice así: Et factum est, postquam cæperunt homines multi fieri super terram, et filiæ natea sunt illis; videntes autem angeli Dei filias hominum, quia bone sunt, sumpserunt sibi uxores ea omnibus, quas elegerant: et dixit Dominus Deus: non permanebit spiritus meus in hominibus his in æternum, propter quod caro sunt: erunt autem dies eorum centum viginti anni. Gigantes autem erant super terram in diebus illis: et post illud cum intrarent filii Dei ad Alias hominum, et generabant sibi, illi erant gigantes, á sæculo hominis nominati. «Y sucedió después que comenzaron á multiplicarse los hombres sobre la tierra, y tuvieron hijas. Viendo los ágeles de Dios las hijas de los hombres que eran buenas y de buen aspecto, escogieron entre todas mujeres para sí, con quienes se casaron, y dijo el Señor Dios: «no permanecerá mi espíritu, esto