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La ciudad de Dios

Abandonemos, pues, las fábulas de aquellas Escrituras que llaman apócrifas, por que de su principio, por ser obscuro, no tuvieron noticia clara los Padres, quienes han transmitido las verdaderas é infalibles Escrituras con ciertísima y notoria fe y crédito hasta llegar á nosotros. Y aunque en estos libros apócrifos se halla alguna verdad, con todo, por las muchas mentiras que comprenden, no tienen autoridad canónica. No podemos negar que escribió algunas cosas divinas Enoch, aquel que fué el séptimo desde Adán, pues lo ratifica así el apóstol San Judas Tadeo en su epístola canónica. Con todo, no sin motivo están los libros de Enoch fuera del Canon de las Escrituras que se custodiaban en el Templo del pueblo hebreo, por la exacta diligencia de los sacerdotes que se iban sucediendo. ¿Y por qué fué esto sino porque por su ancianidad los tuvieron por sospechosos, y no podían averiguar si su contenido era lo mismo que el Santo había escrito, no habiéndolas publicado personas tales que por el orden de la sucesión se descubriese que las hubiesen guardado legítimamente? De igual modo, respecto á las cosas que bajo su nombre se publican, conteniendo estas fábulas de los gigantes que no fueron hijos de hombres, con razón creen los prudentes que no se deben tenerpor suyas, como otras muchas que debajo del nombre de otros profetas, y otras modernas, debajo del nombre de los apóstoles, publican los herejes; todo lo cual, con nombre de apócrifo, con diligente examen está desterrado de la autoridad canónica. Conforme á las Escrituras canónicas hebreas y cristianas, no hay duda de que antes del Diluvio hubo muchos gigantes, y que éstos fueron ciudadanos de la sociedad terrígena de los hombres; y que los hijos de Dios, que según la carne descendieron de Seth, declinaron y se pasaron á estacongregación, dejando la justicia. Y no es maravilla