dose, basta las aves del cielo, porque estoy enojado de haberlas criado».
CAPÍTULO XXV
sobre todas las cosas su dictamen y determinación tan fija y constante, como es cierta é infalible su presencia. Pero si no usara la Escritura de tales voces, no se insinuara, en cierto modo, tan familiarmente á toda suerte de personas, cuya utilidad espiritual procura, bien poniendo terror á los soberbios, alentando y despertando á los negligentes y ejercitando á los que trabajan y la buscan, ó alimentando y sustentando á los inteligentes; lo cual no haría si primero no se inclinase, y en algún modo descendiese hasta los que están postrados y humillados. Y el notificarles asimismo la muerte de todos los animales de la tierra y aves del cielo, no es amenazar con la muerte á los animales irracionales, como si hubieran éstos pecado, sino declarar y ponderar la grandeza del estrago que sucedería.