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San Agustín

dose, basta las aves del cielo, porque estoy enojado de haberlas criado».



CAPÍTULO XXV

Que la ira y enojo de Dios no perturba su inmatable tranquilidad, La ira y enojo de Dios no es cierta perturbación de su ánimo, sino un juicio y sentencia con que da su respectiva pena y castigo al pecado; y su pensamiento y meditación es la razón inmutable de las cosas que ban de mudarse, porque no es Dios como el hombre, que le pesa de alguna acción que haya ejecutado, teniendo.


sobre todas las cosas su dictamen y determinación tan fija y constante, como es cierta é infalible su presencia. Pero si no usara la Escritura de tales voces, no se insinuara, en cierto modo, tan familiarmente á toda suerte de personas, cuya utilidad espiritual procura, bien poniendo terror á los soberbios, alentando y despertando á los negligentes y ejercitando á los que trabajan y la buscan, ó alimentando y sustentando á los inteligentes; lo cual no haría si primero no se inclinase, y en algún modo descendiese hasta los que están postrados y humillados. Y el notificarles asimismo la muerte de todos los animales de la tierra y aves del cielo, no es amenazar con la muerte á los animales irracionales, como si hubieran éstos pecado, sino declarar y ponderar la grandeza del estrago que sucedería.