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San Agustín

ción alguna y figura de las cosas futuras, y que no se deben referir sino á Cristo y á su Iglesia, que es la Ciudad de Dios, la cual no se dejó de predicar desde el principio del linaje humano, cuya predicación vemos que por todas partes se cumple. Así que, después de la bendición de los dos hijos de Noé y de la maldición del uno, que fué el mediano, por más de mil años hasta Abraham, no se mencionan ya hombres justos que píadosamente reverenciusen y adorasen á Dios. Y no puedo creer que hubo falta de ellos, sino que fuera alargarse demasiado si se hubieran de referir todos, lo cual sería más diligencia histórica que providencia profética.

Así que, el escritor de las sagradas letras, ó por mejor decir, el Espíritu Santo, osigue la relación de los sucesos, con la que no sólo nos refiere los pasados, aino también nos anuncia los futuros, digo, los que pertenecen á la Ciudad de Dios. Porque aun todo lo que se dice aquí de los hombres que no son sus ciudadanos, se reflere con el objeto de que ella, con la comparación de sus contrarios, ó aproveche ó salga victoriosa; aunque no todo lo que se relaciona que sucedió debemos entender que tiene su significación propia, sino que, con las cosas que significan, se entremeten las que nada significan, pues aunque sólo con la reja se surca la tierra, para poderlo hacer son necesarias asimismo todas las demás partes del arado; y en las cítaras y semejantes instrumentos músicos, aunque se acomodan sólo las cuerdas para tocar, sin embargo, para colocarlas se ponen con ellas todas las demás cosas de que constan los instrumentos músicos y que no las tocan los músicos, aino que se traban con las que tocadas suenan. Así en la historia profética también se refieren algunas cosas que nada significan, pero que están enlazadas y en cierto modo trabadas con las que tienen su determinada significación.