á nado; y si los hombres las pasaron en su compañía, y de esta manera hicieron que las hubiese donde ellos vivían, no es increíble que pudo ser por el deseo y afición á la caza, aunque no se debe negar que pudieron pasar por mandato ó permiso divino, por ministerio de los ángeles. Aunque si en las islas á donde no pudieron pasar nacieron de la tierra, según el origen primero, cuando dijo Dios (1): «produzca la tierra animales vivientes»: mas claramente se advierte que, no tanto por conservar los animales como por causa del Sacramento y misterio de la Iglesia, que había de ser compuesta de toda clase de naciones, hubo en el arca todos los géneros de animales.
CAPÍTULO VIII
También se pregunta si debemos asentir á que cierto género de hombres monstruosos, como refieren las historias de los gentiles, descienden de los hijos de Noé, ó de aquel único hombre de quien estos procedieron también, como son algunos que aseguran tienen un sólo ojo en medio de la frente; otros que tienen lo s pies vueltos hacía las pantorrillas; otros que tienen ambas naturalezas de hombre y mujer, y que el pecho derecho le tienen de hombre y el siniestro de mujer, y que ejerciendo promiscuamente uno y otro acto carnal de hombre y mujer, engendran y paren; otros que no tienen boca, y que viven sólo con el aliento que reciben (1) Génesis, cap. I. Producat terra animam vivam.