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La ciudad de Dios

tará muriendo, esto es, en la muerte, adonde ni esté viviendo, que es antes de la muerte, ni muerto, que es después de la muerte, sino muriendo, que es en la muerte? Con gran dificultad puede determinarse, porque entre tanto que reside el alma en el cuerpo, principalmente si está con sus sentidos, sin duda que vive el hombre, que consta de alma y cuerpo, y, por consiguiente, hemos de decir que todavía es antes de la muerte, y no en la muerte: y cuando se hubiere partido el alma y quitado todo el sentido del cuerpo, ya decimos que es después de la muerte, y que está muerto; falta, pues, y desaparece entre lo uno y lo otro el cuándo está muriendo ó en la muerte; porque si todavía vive es antes de la muerte, y si dejó de vivir ya es después de la muerte. Así que nunca puede entenderse y comprenderse cuándo esté muriendo ó en la muerte: así también en el discurso del tiempo buscamos el presente y no le hallamos, porque no tiene espacio alguno aquello por donde se pasa del futuro al pretérito. Pero conviene fijar la atención bastante para que no vengamos de esta manera á decir que no hay muerte alguna del cuerpo, porque si la hay, puesto que no forma parte integrante del cuerpo, ni el cuerpo de ella. Cuando se vive, aun todavía no está, porque esto es antes de la muerte, y no en la muerte; y si se dejó de vivir, ya no está, porque también esto es ya después de la muerte, y no en la muerte. Y, por otra parte, si no hay muerte alguna antes ó después, ¿qué es lo que llamamos antes de la muerte ó después de la muerte? Porque también lo diremos vanamente, si no hay muerte alguna, y pluguiera á Dios que, viviendo bien en el Paraíso, hubiéramos hecho que en realidad de verdad no la hubiera; pero ahora no sólo la hay, sino que también la que hay es tan molesta, que en ninguna manera tenemos palabras para explicarla ni traza alguna para excusarla.