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La ciudad de Dios

necer en su casa y familia. Por eso debe creerse que fué la primera común, pues en pena y castigo del'pecado sucedió aquella multiplicación y mudanza de idiomas, y sin duda que no debió de comprender este castigo al pueblo de Dios. Tampoco Abraham, que tuvo esta lengua, no la pudo dejar á todos sus hijos, sino sólo á aquellos que, nacidos y propagados por Jacob, haciendo más insigne y notable con su aumento y multiplicación el pueblo de Dios, pudieron alcanzar á tener las promesas de Dios y la estirpe y linaje de Cristo. Ni tampoco el mismo Heber dejó eata lengua á toda su descendencia, sino sólo á aquella cuyas generaciones llegan á Abraham. Por lo cual, aunque no se declare con toda evidencia que hubo algún linaje de gente piadosa y temerosa de Dios cuando los impíos fabricaban y fundaban á Babilonia, no fué esta obscuridad para defraudar la intención de los que la buscaban, sino para ejercitarla, porque leyendo que al principio hubo un solo idioma común á todos, y que de todos los hijos de Sem se celebra y se nos recomienda Heber, aunque fué el quinto que nació después de él, y viendo que se llama hebrea la lengua que conservó la autoridad de los Patriarcas y Profetas, no sólo en su trato y comunicación, sino también en las sagradas letras, sin duda que cuando se pregunta en la división de lenguas dónde pudo quedar la que antes era común á todos, supuesto que es presumible que allí donde ella permaneció sin duda no alcanzó el castigo qué sucedió con la mudanza de ellas, ¿qué otra cosa se nos ofrece sino que quedó en la familia y pación de éste, de quien tomó su nombre, y que esto no fué pequeño indicio de la justicia de esta gente, pues castigando Dios las demás con la mutación de las lenguas, no alcanzó á ésta dicho castigo? Pero todavía cabe dudar de cómo Heber y su hijo Phalech pudieron cada uno constituir y propagar su peculiar