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La ciudad de Dios

están en el sueño decimos que están durmiendo; y á los que en el trabajo, trabajando; y á los que en la pena, penando; y á los que en la vida, viviendo. Pero á los muertos, antes que resuciten, decimos que están en la muerte; y, sin embargo, no podemos decir que están muriendo, por lo cual muy á propósito, y no sin que le cuadre, me parece que sucedió (cuando no fuese por industria humana, quizá por juicio divino) que este verbo moritur, que es morirse, en el idioma latino no le pudieron declinar los gramáticos por la regla que suelen declinarse sus semejantes, porque del verbo oritur se deriva el pretérito ortus est, y otros semejantes que se declinan por los participios del tiempo pretérito: pero del verbo moritur, si preguntásemos el tiempo rito, responderán mortuus est, duplicando la letra , porque así decimos mortuus, como fatuus, árduus, conspicuus, y otros tales que no son del tiempo pretérito, sino que, como son nombres, se declinan sin tiempo: mas para que se decline lo mismo que puede declinarse, pónese y constitúyese un nombre por participio del tiempo pretérito. Sucedió, pues, muy bien, que así como aquello que significa no puede declinarse, por más que uno haga, viviendo, así el mismo verbo no puede declinarse, hablando. Podemos, sin embargo, con el auxilio y gracia de nuestro Redentor, á lo menos declinar la muerte segunda, porque ésta es la más grave y el colmo de todos los males, la cual sucede, no por la división del alma y del cuerpo, sino antes con la conjunción de ambos para la pena eterna, en la que, por el contrario, no estarán los hombres antes de la muerte, ni después de la muerte, sino que siempre se hallarán en la muerte; y, por consiguiente, viviendo, ni jamás muertos, sino muriendo sin fin; pues nunca le sucederá al hombre peor en la muerte que en donde habrá la misma muerte sin muerte.