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San Agustín

¹ SAN AGUSTÍN ojos y mira desde el lugar donde estás abora al Norte y Mediodía, al Oriente y al Mar, que toda la tierra que ves te la he de dar á ti y á tu descendencia hasta el fin de los siglos para siempre, y haré que tu descendencia sea como la arena de la tierra. Si es posible que alguno qumere la arena de la tierra, también podrá contar tu descendencia. Levántate, pues, y paséate por toda la tierra cuan larga y ancha es, y toma la posesión de ella, porque á ti te la he de dar». Tampoco en esta promesa se des—cubre claramente si se comprende en ella la en que le hizo Dios padre y cabeza de todas las naciones; pues puede parecer que pertenece á esto lo que dice: «y haré que sea tu descendencia como la arena de la tierra», lo eual se dice por un modo de hablar que los griegos ilaman hipérbole, que es una manera de hablar metafórica y no propia, y de todos los que entienden la Escritura, ninguno duda que suele usar de este modo de hablar, así como de los demás tropos y figuras. Este tropo, es decir, esta manera de hablar, se usa cuando lo que se dice es mucho más que lo que con aquella expresión se significa; porque ¿quién no advierte cuán sin comparación es mayor el número de la arena que el número que puede haber de todos los hombres, desde el mismo Adán hasta el fin del mundo? ¿Cuánto más, pues, será mayor que los descendientes de Abraham, no sólo los que pertenecen á la nación israelita, sino también los que hay y ha de haber según la imitación de su fe en todo el orbe de la tierra, en todas las naciones? La cual descendencia, en comparación de la multitud de los impíos, verdaderamente se halla en pocos, aunque estos pocos hagan también innumerable su multitud, como nos significó la hipérbole de la arena de la tierra. Aunque realmente esta multitud que prometió Dios á Abraham, no es innumerable para Dios, sino para los hombres, porque para Dios tampoco lo son las arenas de la