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La ciudad de Dios

quiere decir risa, porque se rió el padre, admirándose de alegria, cuando se lo prometió Dios, y asimismo se rió su madre cuando en otra ocasión se lo ofrecieron aquellos tres mancebos, dudando de contento, aunque se lo zahirió y reprendió el ángel, porque aquella risa, aunque fué también de gozo, sin embargo, no fué efecto de una fe y esperanza íntegra, por lo que después el mismo ángel la confirmó en la fe, de donde tomó su nombre el niño. Y que aquella risa no fué burlarse de él, ó escarnio, sino celebrar su interior alegría y contento, lo manifestó Sará en que apenas náció Isaac cuando le puso aquel nombre, porque dijo (1): «me ha hecho reir el Señor, y cualquiera que lo oyere se reirá y alegrará conmigo». A muy poco tiempo echan de la casa á la esclava con su hijo, cuya acción significa, según el apóstol (2), los dos testamentos, el Viejo y el Nuevo, donde Sara nos representa la figura de la Jerusalén celestial, esto es, de la Ciudad de Dios.



CAPÍTULO XXXII

De la fe y obediencia de Abraham, con que fué probado, queriendo sacrificar a su hijo, y de la muerte de Sara.


Entre otras cosas, que sería larga digresión relacionarlas todas, tienta Dios á Abraham, pidie dole (3) que le ofrezca en sacrificio á su querido hijo Isaac, para que quedase probada su santa obediencia, y se mani(1) Génesis, cap. XI. Risum mihi fecit Deus, quicunque enim audierit, congaudebit mihi.

(2) San Pablo, ep. á los gálatas, cap. IV.

(B) Genesis, cap. XXII. (Véase todo lo que dice el sagrado texto en este capitulo, y lo que ya tenemos referido.)