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San Agustín

festase á los ojos del mundo, no á los de Dios, que no había motivo para ofrecer esta inocente victima, porque no hemos de culpar y tener por malas todas las tentaciones, sino que debemos estimar y agradecer la que sirve de prueba. Por lo general el corazón del hombre no puede tener de otra forma noticia de sí mismo si no le dijera y declarara sus fuerzas, examinándole y pregantándole en cierto modo la tentación, no con palabras, sino con la misma experiencia; y si en tal caso reconoce la merced de Dios, entonces es santo,, entonces se establece y apoya con la firmeza y fortaleza de la gracia, y no se deja hinchar con la vanidad de la arrogancia. Nunca, sin duda, creyó Abraham que gustaba Dios de víctimas humanas; pero instando el mandato del Señor, se debe obedecer y no replicar. Con todo, Abraham es digno de elogio, pues habiendo de sacrificar á su hijo, creyó que resucitaría, porque le había dicho Dios, al no querer cumplir la voluntad de su esposa Sara sobre desterrar de su casa á la esclava y á su hijo (1): «por Isaac has de tener la descendencia», y, sin embargo, en el mismo lugar prosigue diciendo (2); «y al hijo de esta esclava le liaré que sea padre y cabeza de una gran nación, porque es tu hijo». ¿Cómó, pues, dice que por Isaac ha de tener la descendencia, llamando Dios también á Ismael su hijo y descendencia? Declarando el apóstol, que quiere decir, por Isaae has de tener tu descendencia, dice (3): «que no los que son hijos de Abraham, según la carne, son los hijos de Dios, sino los que son hijos y herederos de la divina promesa, los cuales se reputan por descendientes y verdaderos hijos 1 (1) Génesis, cap. XXI. In Isaac vocabitur tibi semen.

(2) Génesis, cap. XXI. Et filium ancillæ hujus in magnam gentem faciam. quia semem tuum est.

(3) San Pablo, ep. á los romanos, cap. 1X. Non qui filii carnis, hi Alii Dei, sed Alii repromissionis deputantur in semen.