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La ciudad de Dios

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CAPÍTULO XXXVII

De lo que se figura misticamente en Esaú y Jacob.


Los dos hijos de Isaac, Esaú y Jacob, igualmente iban creciendo; pero la primogenitura del mayor se transflere en el menor por pacto y convención que hubo entre ellos, porque al mayor le acometió un desordenado apetito de comer lentejas, que el menor había condimentado para sí, y por ellas vendió á su hermano, con intervención de juramento, su derecho de primogeitura: en cuyo ejemplo se nos enseña y advierte cómo puede ser uno culpable en la comida, no por la diferencia del manjar, sino por la demasiada ansia y antojo de él. Llega á la vejez Isaac, y con ella pierde la vista; quiere bendecir á su hijo mayor, y en lugar de él, ignorándolo, bendice al menor; quien porque su hermano mayor era belloso, acomodándose unas pieles de cabrito, como quien se carga y lleva pecados ajenos, se sometió y dejó tocar de las manos de su padre. Esta cautela de Jacob, para que no creyésemos que era fraudulenta y engañosa y no dejásemos de buscar en ella el misterio de un célebre arcano, nos la advirtió ya arriba la Escritura, diciendo (1): «Que Esaú era muy aficionado á la caza y á estar en el campo, y Jacob hombre sencillo, amigo de vivir en la casa», esto es, según el sentir de algunos doctores, sin fraude ni malicia. Pero aunque se diga sin engaño ó sencillo, ó mejor dicho, sin ficción, que en griego se dice aplastos, ¿cual es el engaño que cometió en tomar este hombre la bendición sin dolo? ¿Qué engaño ó cautela hay en este (1) Génesis, cap. XXV. Erat Esau homo sciens venerari, agrestis, Jacob autem homo simplex habitans domum.

TOMÒ III.

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