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San Agustín

intención y perverso ánimo blasfema, aunque no lo obre con níngún miembro de su cuerpo, no por eso dejará de ser culpado porque aquello no lo hizo con algún movimiento de cuerpo, supuesto que lo hizo en aquel tiempo en que trajo el cuerpo. De esta manera puede también entenderse congruamente aquella expresión del Real Profeta: Dios, nuestro Rey, ante los siglos obró la saIud en medio de la tierra»: de forma, que nuestro Señor.

Jesucristo se entienda por nuestro Dios, que es ante todos los siglos, porque él hizo los siglos, y obró nuestra salud en medio de la tierra cuando «encarnó el Verbo, y habító en el cuerpo terreno». Después de haber profetizado en estas palabras de Ana, cómo se debe gloriar el que se gloría, es á saber, no en sí, sino en el Señor, por causa de la retribución y premio que ha de verificarse en el día del Juicio, dice: «el Señor subió á los cielos, y tronó; él juzgará los fines de la tierra, porque es justo». Totalmente guardó el orden de la confesión de los fieles cristianos, porque Cristo nuestro Señor subió á los cielos, y de allí ha de venir á juzgar los vivos y los muertos. «Porque ¿quién subió á los cielos, como dice el apóstol, sino el que descendió primero á estas partes inferiores de la tierra? El que descendió es el que subió sobre todos los cielos para dar cumplimiento exacto á todas las profecías» (1). Así, pues, tronó por sus nubes, por las que, al subir, las llenó del Espíritu Santo, de las cuales por medio del profeta Isaías (2) amenaza á la esclava Jerusalén, esto es á su ingrata viña, que no llovería sobre ella. Y «Él juzgaré los últimos fines de la tierra», es como si dijera: también juzgará los fines de la tierra; porque no dejará de juzgar las otras partes el que ciertamente ha de juzgar á todos los hombres.

() San Pablo, I ep. á los Corint., cap. IV.

(2) Isaias, cap. V.