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San Agustín

juntara todavía con la esclava, hasta que la estéril, que se había hecho fecunda por la gracia de Cristo, dió voces (1), «echa á la esclava y á su hijos. Es verdad,que por el pecado de Salomón sabemos que, reinando su hijo Roboún, Israel se dividió en dos partes, y perseveró así, teniendo cada una sus reyes, hasta que los caldeos, con terrible estrago, arruinaron y trasladaron toda la población de aquella tierra. Pero esto ¿qué tiene que ver con Saúl? Si amenazara con algunos de tales infortunios, antes debiera amenazar al mismo David, cuyo hijo era Salomón. Finalmente, ahora toda la nación hebrea no está dividida entre sí, sino que indiferentemente los hebreos, conformes en un mismo error, están esparcidos por la tierra. Y aquella división con que Dios, en la persona de Saúl, que representaba la figura de aquel reino y pueblo, amenazó al mismo reino y pueblo, se nos significó que había de ser eterna é indudable, según las palabras siguientes: y no volverá atrás ni se arrepentirá, porque no es como el hombre, que se arrepiente, que amenaza y no persevera», esto es, el hombre amenaza y no persevera; pero no Dios, que no se arrepiente como el hombre; porque cuando leemos (2), que se arrepiente, se nos significa la mudanza de las cosas, quedando inmutable la presciencia divina. Así que, donde dice que no se arrepiente, se entiende que no se muda, y por estas palabras vemos que pronunció Dios una sentencia totalmente irrevocable, sobre la división del pueblo de Israel, y del todo perpetua; pues todos los que han pasado, ó pasan, ó pasarán de allí á Cristo, no eran de allí según la presciencia de Dios, aunque lo fuesen según una misma naturaleza del linaje humano. Y efectivamente, todos los israeli(2) Génesis, cap. XXI. Ejice ancillam, et filium ejus.

Génesis, cap. VI.

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