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San Agustín

siempre, y su trono y majestad en mi presencia flore cerá eternamente como el sol, y como la luna perfecta siempre, que en el Cielo son testigos fidelísimos.

. SAN AGUSTIN



CAPÍTULO X

Cómo sucedió en el reino de la Jerusalén terrena diferentemente de lo que prometió Dios para que entiendésemos que la ver.


dad y cumplimiento de la promesa pertenecia á la gloria de otro rey y de otro reino.

A consecuencia de unos fundamentos tan sólidos, en que estriba una promesa tan singular é interesante á la humana naturaleza, á efecto de que no creyésemos que se habían verificado en Salomón, como si le excluyera, y de él no hiciese mención para semejante asunto, dice (1): «tú, Señor, le desechaste y le aniquilaste», porque esto fué lo que sucedió al reino de Salomón en sus descendientes, hasta venir al deplorable estado de quedar destruída y asolada la misma terrena Jerusalén, que era la cabeza y silla de su reino, y especialmente hasta no quedar piedra sobre piedra del templo que construyó con tanto esmero el mismo Salomón. Mas para que no juzgáseimos que así lo dispuso Dios, quebrantando su palabra y promesa, luego añade y dice: distulisti Christum tuum, «tú Señor, dilataste enviarnos á tu Cristo, luego no es Salomón; ni aún el mismo David, si se difirió la venida del Cristo del Señor; paes aunque se llamaban cristos, y ungidos del Señor todos los reyes consagrados con la mística unción y crisma, no sólo desde el rey David en adelante, sino también (1) Salmo 88.