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San Agustín

CAPÍTULO XI

De la substancia del pueblo de Dios, la cual está, y se halla por la sucesión de la carne en Cristo.
quien fué solo el que tuvo potestad de sacar libre su alma de los infiernosa Después de haber vaticinado estos futuros sucesos, vuelve el profeta á hacer oración á Dios, y aun la misma oración es profética (1). «¿Hasta cuando, Señor, pos vuelves hasta el fin?» entiéndese faciem tuam, nos vuelves tu rostro, como dice en otra parte (2): «¿Hasta cuándo me vuelves tu rostro?» Esta es la razón porque aquí algunos libros no escriben avertis, vuelves, sino averteris, volverás, aunque se puede entender avertis misericordiam tuam, vuelves tu misericordia, la que prometiste á David. Y lo que dice, in finem, ¿qué otra cosa es sino hasta el fin? Por cuyo fin deben entenderse los tiempos últimos, cuando aquella nación. ba de venir á creer tambien en Jesucristo, antes del cual fin habían de suceder las calamidades que arriba lloran: por las cuales prosigue aquí diciendo: ¿exardescet sicut ignis ira tua? Memento que est mea substantia. «¿Acaso ha de arder como fuego tu ira é indignación? Acuérdate de mi substancia». Ninguna cosa se entiende aquí mejor que el mismo Jesús, que es la substancia de su pueblo, de quien tomó su naturaleza carnal, non enim vané constituisti omnes filios hominum: «porque no en vano, dice, criaste á todos los hijos de los hombres»: pues si no fuera un hijo del hombre la substancia de Israel, por el cual hijo del hombre se salvarán muchos hijos de los hombres, sin duda que en vano fueran criados todos los hi(1) Salmo 89.

(2) Salmo 12,