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San Agustín

CAPÍTULO XIII

Si esta paz que promete Dios & David puede pensarse que se cumplió en los tiempos que corrieron reinando Salomón.


Cualquiera que espera en este siglo y en esta tierra una felicidad tan grande como ésta, opina con particular necedad. ¿Acaso habrá alguno que piense que se cumplió esta promesa con la paz de que gozó el rey Salomón? Porque aquella paz la celebra con singular elogio la Sagrada Escritura por la sombra de lo que había de ser; pero á esta sospecha advertidamente ocurrió la Escritura, cuando habiendo dicho (1): «ni los pecadoresle afligirán más»; luego añade: «como solían antes del día que puse jueces sobre mi pueblo Israel». Porque antes de haber reyes acostumbraba haber jueces en aquel pueblo desde que entró en la tierra de promisión.

Y sin duda que le humillaba el hijo de la iniquidad, esto es, le molestaba el enemigo gentil y extranjero por algunos intervalos de tiempos en que leemos á veces hubo paz, en otras guerra, y notamos que allí la paz duró más que en los tiempos de Salomón, que reinó cuarenta años, mediante á que en tiempo de uno de los jueces, llamado Aod, hubo ochenta años de paz. Así que por ningún motivo debemos creer que esta promesa aludía á los tiempos de Salomón, y, por consiguiente, mucho menos los de cualquiera otro rey, pues ninguno de ellos reinó en tanta paz como él, ní jamás aquella nación tuvo el reino de suerte que no estuviese con cuidado y temerosa de venir á manos de sus enemigos.

Porque en una mutabilidad é inconstancia tan grande como es la de las cosas humanas, ningún pueblo ha que (1) Lib. II, Reg., cap. VII.