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San Agustín

CAPÍTULO XVIII

De los cuerpos terrenos que dicen los Alósofos que no pueden estar en los cielos, porque á lo que es terreno, au peso natural lo llama y atras á la tierra.


S Con todo esfuerzo, dicen, que el peso natural en ja tierra detiene los cuerpos terrenos, ó los conduce impelidos por fuerza á la tierra, por lo que no pueden estar en el cielo. De los primeros hombres sabemos que estuvieron en una tierra poblada de bosques y fructifera, que se llamó Paraíso: mas porque á esta objeción hemos de responder igualmente, así por el cuerpo de Jesucristo, con que subió glorioso á los cielos, como por los demás santos, quienes los tendrán en la resurrección, es bien que consideremos con alguna más singular atención los dichos pesos terrenos: porque si el ingenio humano puede hacer con ciertos artificios que algunos vasos fabricados de metal, cuya materia, colocada sobre el agua, luego se hunde, anden todavía nadando sobre ella, ¿cuánto más creíble y eficazmente puede Dios con un oculto y secreto modo de su divina operación, con cuya omnipotentente voluntad, dice Platón, que ni las cosas que no tienen ser por generación se corrompen, ni las compuestas se disuelven, siendo más digno de admiración que estén unidas las incorpóreas con las corpóreas, que cualesquiera cuerpo con cualesquiera cuerpos, puede, digo, dar á los cuerpos y máquinas terrenas impulso para que no los deprima y tire hacia la tierra ningún peso, y á las demás almas, que son ya perfectisimamente bienaventuradas, que pongan donde quieran sus cuerpos, aunque terrenos, pero ya incorruptibles, y que los muevan donde quieran con una disposición y movimiento facilísimo? Y si pueden los