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La ciudad de Dios

dice: «no te acuerdes ya más de tu pueblo ni de la casa de tu padre». De esta ciudad impía son los israelitas, que lo son por sola la carne, y no por la fe, enemigos asimismo de este gran Rey y de su Reina. Porque habiendo venido á ellos Cristo, y habiéndole muerto ellos, antes se hizo Rey de los otros israelitas, que no vió mientras vivió en la tierra en carne mortal. Y así proféticamente en otro Salmo dice este nuestro Rey: Erues me de contradictionibus populi, constitues me in caput gentium. Populus, quem non cognobi, servivit mihi, in auditu auris obedibit mihi: ««me has de librar, Señor, de la contradicción y rebelión del pueblo, y me has de hacer cabeza y príncipe de las gentes. El pueblo y nación que yo no vi se sujetó á mi servicio y oyendo mi nombre y Evangelio, me rindió su obediencia». Este es el pueblo de los gentiles, que no visitó Cristo con su presencia corporal, el cual, no obstante, por haberlo predicado, cree en él, de manera que con razón se dijo de dicho pueblo en el Salmo que, en oyendo su nombre y doctrina, luego le dió la obediencia, porque fides ex auditu est, la fe nace del oído. Este pueblo, añadido á los israelitas verdaderos, que son los israelitas, no según la carne, sino también según la fe, es la Ciudad de Dios, la cual produjo también al mismo Cristo, según la carne, cuando se hallaba en aquellos israelitas. Porque de éstos descendía la Virgen María, en la cual, para hacerse hombre, tomó Cristo carne. De esta Ciudad dice otro Salmo: mater Sion dicet homo, et homo factus est inea, et ipse fundavit eam Altissimus: «el hombre llama á Sión madre por haber nacido en ella, y el Altísimo la fundó». ¿Y quién es este Altísimo sino Dios? Por consiguiente, nuestro Señor Jesucristo Dios, antes que en esta Ciudad por medio de María se hiciese hombre, él mismo la había fundado en los patriarcas y profetas.

Así que, habiéndose anunciado proféticamente tanto