Página:La ciudad de Dios - Tomo III.pdf/370

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
368
San Agustín

«y del Señor son las salidas de la muerte, para manifestarnos que, muriendo, nos había de salvar». Admira que diga y del Señor, como ai dijera: tal es la vida de los mortales, que ni aun el mismo Señor salió de ella de otra manera que por la muerte.



CAPÍTULO XIX

Del Salmo 68, donde se declara la pertinaz incredulidad de los judíos.


Pero como los judíos no quieren creer de ningún modo los testimonios tan manifiestos é incontrastables de esta profecía, aun después de haberse cumplido los vaticinios con efectos y pruebas tan claras y ciertas, sin duda se cumple en ellos lo que se escribe en el.

Salmo siguiente, porque diciéndose en él proféticamente en persona de Cristo ciertas particularidades que pertenecen á su pasión, se refiere aquello mismo que se verificó en el Evangelio (1): «Me dieron á comer hiel, y en aquella terrible sed que padecí me dieron á beber vinagre». A consecuencia de estos banquetes y de unos manjares de esta calidad, como si los hubiera ya recibido, añade (2): «Conviértaseles su mesa en trampa, en retribución y tropiezo; ciéguense sus ojos de forma que no vean; encorva y humilla, Señor, siempre sus lomos». Esto lo dice no deseándolo, sino que lo anunciaprofetizando, en cierto modo como si lo deseara. ¿Y qué maravilla es que no vean cosas tan manifiestas los que tienen los ojos en tinieblas y ciegos para que no (1) San Mateo, cap. XXVII.

Salmo 68.

(2)