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La ciudad de Dios

$69 puedan ver? ¿Qué extraño es que no los alce al cielo una nación, que para estar prontos é inclinados á la tierra, tiene siempre encorvadas sus espaldas? Pues por estas palabras, que se toman metafóricamente del cuerpo, se nos denotan los vicios del alma, Baste esta doctrina acerca de los Salmos, esto es, de lo respectivo á la profecía del rey David, para que haya alguna medida en la exposición de este punto y no sea demasiado prolijo; y perdonen los lectores que lo saben ya, y no se quejen si viesen ó imaginaren que he omitido otras particularidades que pudiera acaso alegar como más firmes y sólidas.



CAPÍTULO XX

Del reino y méritos de David y de su hijo Salomón, y de la profecia que pertenece á Cristo y se halla asi en los libros que andan con los que él escribió, como en los que no hay duda que son suyos.


Reinó David en la terrena Jerusalén y fué hijo de la celestial Jerusalén, tan elogiado por el irrefragabie testimonio de las sagradas letras, y que con tanta piedad, religión y devoción confesó y satisfizo sus culpas por medio de la verdadera y saludable operación de la penitencia, que, sin duda, podemos numerarle entre aquellos de quienes dice él mismo: «Felices y bienaventurados aquellos cuyas culpas están perdonadas y cuyos pecados están cubiertos y olvidados (1). Después de éste, reinó sobre todo el mismo pueblo su hijo Salomón, quien, como insinuamos arriba, princípió á reinar en vida de su padre. Habiendo sido buenos y loables (1) Salmo 81.

TOMO III.