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San Agustín

demonio por su ignorancia, por la soberbia, temeridad y disolución, y por los demás vicios de que suele abundar este siglo; y á Cristo, hijo de nobles y generosos, esto es, de los santos patriarcas que pertenecen á la Cindad libre, de quienes desciende, según la carne. Los príncipes de la otra ciudad comen y andan en banquetes de mañana, esto es, antes de la hora conveniente, porque no aguardan la felicidad oportuna del siglo futuro, que es la verdadera, queriendo ser bienaventurados luego de presente con el aplauso de este siglo. Pero los que son príncipes de la Ciudad de Cristo aguardan con paciencia el tiempo de la verdadera bienaventuranza, y esto, dice, para alentar y no quedar confusos, porque no les sale vana su esperanza, de la cual dice el apóstol (1): que á ninguno deja confuso», y el Salmo (2): «todos los que tuvieron puesta en Dios su esperanza, no se engañarán». El libro de los Cantares, ¿qué es sino un espiritual deleite de las almas en el desposorio del rey y reina de aquella Ciudad, que es Cristo, y su iglesia? Pero este deleite está envuelto debajo de la corteza y la cubierta de alegorías, para que se desee con más fervor, se, vea con más complacencia y se nos muestre el esposo, de quien dice en los mismos cantares (3): «que la misma bondad y santidad está enamorada de él», y para que veamos á la esposa, á quien llama (4) «mi amor y regalo». Muchas cosas paso en silencio por dirigirme ya al fin de esta obra.

(1) San Pablo, ep. á los Romanos, cap. V.

(2) Salmo 21.

(3) Cantic., cap. V, Numer., cap. IV. Aquitas dilexit me.

(4) Cantic., cap. VII., Numer., cap. VI. Charitas in deliciis tuis.