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San Agustín

los mortales; pero los que vivieron neciamente, al momento vuelven á los cuerpos conforme á sus méritos, ó de hombres ó de bestias. Este estado tan duro lo atribuye Platón también á las almas buenas y sabias, á las cuales no les reparte y distribuye cuerpos con que puedan vivir siempre inmortalmente, sino que es de suerte que ni pueden permanecer en los cuerpos, ni sin ellos pueden durar en la eterna pureza. Ya dijimos en los libros anteriores cómo Porfirio en los tiempos cristianos se avergonzó de esta doctrina de Platón, y que no sólo eximió á las almas de los hombres de los cuerpos de las bestias, sino que también quiso que las de los sabios de tal manera fuesen libres de los vínculos del cuerpo, que, huyendo de todo lo que es cuerpo, estuviesen junto al Padre gozando de la bienaventuranza sin fin. Así que por no parecer inferior á Jesucristo, que promete á los santos vida eterna, también él á las almas purificadas las colocó en la eterna felicidad, sin que tengan necesidad de volver á las miserias pasadas; y por contradecir & Jesucristo, negando la resurrección de los cuerpos incorruptibles, dijo que habían de vivir para siempre, no sólo sin los cuerpos terrenos, sino totalmente sin ningunos cuerpos. Sin embargo, á pesar de dicha opinión, no se atrevió é prohibir á estas almas que se sujetasen y respetasen con reverencia religiosa á los dioses corpóreos, porque no creyó que, á pesar de no tener cuerpo alguno, fueran mejores que ellos. Por lo cual, si no han de atreverse, como entiendo que no lo han de efectuar, á anteponer las almas de los hombres á estos dioses felicísimos, aunque tengan cuerpos eternos, ¿por qué les parece absurdo lo que enseña la fe cristiana, de que á los primeros hombres los crió Dios de tal suerte, que, si no pecaran, no se apartaran con ninguna muerte de sus cuerpos, sino que por los méritos de la obediencia fielmente observada,.