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La ciudad de Dios

mente para que entendamos espiritualmente el Paraíso, díganla en hora buena sin contradicción alguna, con tal que creamos también la certeza de aquella historia que nos refiere fielmente lo que pasó en realidad de verdad.



CAPÍTULO XXII

Que los ouerpos de los santos, después de la resurrección, serán espirituales de manera que no se convierta la carne en espiritu.


Así que, los cuerpos de los justos que han de hallarse en la resurrección, ni tendrán necesidad de árbol alguno, para que ni la enfermedad ni la senectud los menoscabe y mueran, ni de otros cualesquiera corporales alimentos contra la molestia de la hambre ó de la sed, porque infaliblemente y en todas maneras gozarán del don y beneficio inviolable de la inmortalidad, de suerte que si quieren comer podrán hacerlo, pero no por necesidad, como tampoco comieron los ángeles cuando aparecieron visible y tratatablemente, porque tenían necesidad, sino porque querían y podían por acomodarse con los hombres, usando de cierta benignidad humana en su ministerio: pues no debemos creer que los ángeles comieron imaginaria y fantásticamente cuando acertaron á ser huéspedes de los hombres, aunque á los que ignoraban si eran ángeles les pareciese que comían con la misma necesidad que acostumbramos nosotros. Y esto es lo que dice el ángel en el libro de Tobías (1): «me veíais comer, pero sólo me veíais á (1) Liber Tobiæ, cap. XII. Videbatis me manducare, sed visu vestro videbatis.