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La ciudad de Dios

Cristo os habéis vestido de Cristo»; esto es, os habéis hecho conformes y semejantes á él. Pero realmente se acabará de hacer y cumplir esta semejanza en nosotros, cuando lo que en nosotros es animal por el nacimiento se hubiere hecho espiritual por la resurrección, porque usando nuevamente de sus expresiones, dice: «nuestra salvación ha sido en esperanza» (1), esto es, que aunque ahora no la veamos con nuestros ojoscon todo, el rescate se efectuó de suerte que esperamos salvarnos perfectamente. Vestímonos de la imagen y semejanza del hombre terreno por la propagación del pe cado y de la muerte, de que nos hizo herederos la regeneración, pero de la imagen y semejanza del hombre celestial nos vestimos por la gracia del perdón y de la vida eterna, de que nos hace herederos la regeneración por virtud de Jesucristo, hombre mediador de Dios y de los hombres, que es á quien entiende por el hombre celestial, porque vino del cielo para vestirse del cuerpo de la mortalidad terrena, y vestir después al cuerpo de la celestial inmortalidad. Por eso llama también celestiales á los otros; pues por la gracia vienen á ser miembros suyos, de modo que Cristo viene á ser uno con ellos, como la cabeza y el cuerpo. Esto lo dice más claro en la misma carta con estas palabras (2): «por un hombre entró la muerte, y por otro hombre la resurección de los muertos, porque así como morimos todos en Adán, así en Cristo todos resucitaremos á la vida eterna, y esto será ya con el cuerpo espiritual, que será espíritu vivificante»; no porque todos los que mueren en Adán hayan de ser miembros de Cristo, supuesto que la mayor parte de ellos irán condenados eternamente á (1) San Pablo, ep. á los Rom. cap. VIII. Spe salvi facti sumus.

(2) San Pablo, I ep. á los Corinth., cap. XV. Per hominem mors, et per hominem resurrectio mortuorum: sicut enim in Adam amnes moriuntur, ita et in Christo omnes vivificabuntur.

TOMо III.

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