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La ciudad de Dios

«inspiróle Dios soplando en su rostro el espíritu de vida, y quedó hecho el hombre alma viviente», que no le infundió Dios entonces primeramente al hombre alma, sino que á la que ya tenía la vivificó con el Espíritu Santo. Se persuaden á creerlo por advertir que Cristo nuestro Señor, después que resucitó de los muertos inspiró y sopló, diciendo á sus discípulos accipite Spiritum Sanctum, «tomad el Espíritu Santo», y por eso piensan que se hizo aquí parte de lo que allá pasó, como si aquí también, prosiguiendo el santo evangelista, dijera: et facti sunt in animam viventem, «hizolos Dios alma viviente», lo cual, si seguramente lo dijera, entenderíamos que el espíritu de Dios es una especie de vida de las almas racionales, sin el cual éstas deben erse por muertas, aunque con la presencia de ellas parezca que viven los cuerpos. Pero que esto no fué así cuando crió Dios al hombre, bastantemente lo declaran las palabras del Génesis, donde se lee: et formavit Deus hominem puloerem de terra, y formó Dios del polvo de la tierra al hombre»; cuya expresión, queriendo algunos interpretaria con más claridad, dijeron: et finxit Deus hominem de limo terræ, «hizo Dios al hombre del limo ó barro de la tierra»», porque había dicho arriba: fons autem ascendebat de terra, et irrigabat omnem faciem terræ, «subia de la tierra una fuente y regaba toda la faz de la tierra», como ai por eso debiera entenderse el légamo que se forma y congela de la humedad de la tierra, Pero, dicho esto, continúa diciendo la Escritura: «y formo Dios del polvo de la tierra al hombre», como se lee en los códigos griegos, de cuyo idioma se tradujo en el latino la Sagrada Escritura, y cuando uno quería decir formavit ó finrit, que en griego dice eplasen, aqui no importa nada, aunque más propiamente se dice finxil; pero los que dijeron formavit quisieron huir de la ambigüedad, porque en latín es más común decir fingere, con respecto