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San Agustín

á los que componen alguna cosa fingida y disimuladamente. A este hombre, pues, formado del polvo de la tierra ó del légamo, porque era el polvo húmedo, á éste, digo, por decirlo más expresamente, como lo insinúa la Escritura, polvo de la tierra, nos enseña el apóstol que le hizo Dios cuerpo animal cuando le infundió el alma, et factus est iste homo in animam viventem, «hizo Dios á este hombre alma viviente», esto es, á este polvo formado le hizo alma viviente. Pero dirán que ya tenía alma, porque de otra suerte no se llamara hombre, pues el hombre no es el cuerpo solo ó el alma sola, sino el que consta de alma y cuerpo. Verdaderamente no es el alma todo el hombre, sino la parte más noble del hombre, ni todo el hombre es el cuerpo, sino parte inferior del hombre; pero cuando está lo uno y lo otro junto se llama hombre, el cual nombre, sin embargo, tampoco lo pierden el cuerpo y el alma de por sí, aun cuando hablemos de cada uno de ellos separadamente; porque, ¿quién quita que no se diga por ley recibida en el lenguaje ordinario, tal hombre murió, y ahora está en descanso ó en penas, pudiendo sólo decirse esto del alma, y tal hombre se enterró en tal ó en tal lugar, no pudiéndose entender sino de solo el cuerpo? Y si dijeren que no suele hablar así la Sagrada Escritura, antes bien ella nos lo confirma de manera que aun cuando estas dos cualidades están unidas y vive el hombre, sin embargo, á cada cosa de por sí la llama ella con nombre de hombre, es á saber, llamando al alma hombre interior y al cuerpo hombre exterior, como si fueran dos hombres, siendo lo uno y lo otro junto un hombre. Pero conviene saber en qué sentido se dice el hombre imagen y se mejanza de Dios, y en cuál se dice el hombre tierra, y qué es lo que ha de ir á la tierra; porque lo primero se dice según el alma racional, cual Dios la infundió al hombre, esto es, al cuerpo del hombre, soplando, ó,