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San Agustín

demos que la Escritura, según su estilo, dijo espíritu de vida y alma viviente, queriendo dar á entender los animales, esto es, los cuerpos animados que por el alma participan también de estos sentidos visibles del cuerpo: pero en la creación del hombre no reparamos en cómo suele hablar la Escritura, habiendo hablado totalmente conforme á su estilo, por darnos á conocer que el hombre, aun después de haber recibido el alma racional (la cual quiso dar á entender que fué criada, no de la tierra, ni del agua, como las demás carnes, sino del aliento y soplo de Dios), fué, sin embargo, criado de modo que viviese en cuerpo animal, lo que sucede viviendo en él el alma, como viven aquellos animales de quienes dijo: produzca la tierra almas vivientes, y asimismo los que dijo que tuvieran en sí espíritu de vida, donde también el griego no escribe Pneuma, sino Pnoen, declarando con este nombre, sin duda, no el Espíritu Santo, sino el alma de estos animales. Pero, no obstante, dicen ellos, se deja entender que el soplo de Dios salió de la boca de Dios, el cual, si creyerémos que él es el alma, habremos de confesar que es de su misma substancia, que dice: Ego ex ore Altissimi providi, «yo salí de la boca del Altísimo»». Pero es de advertir que no dijo la sabiduría que la sopló Dios de su boca, sino que ella salió de su boca; porque así como nosotros podemos hacer, no de nuestra naturaleza, como hombres, sino de este aire que nos circunda y con que respiramos, un soplo cuando soplamos, así Dios todopoderoso, no de su naturaleza ni de alguna materia criada, sino de la nada, pudo hacer un soplo, el cual con mucha conveniencia se dijo que le inspiró y sopló para infundirle en el cuer po del hombre, siendo él incorpóreo y el soplo también incorpóreo, pero él inmutable y el soplo mudable; porque siendo él no criado, le infundió criado. Mas para que entiendan los que quieren hablar de las Escritu-