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San Agustín

mal, con el que dice San Pablo que hizo Dios al primer hombre, Adán, era formado de suerte, no que no pudiese morir, sino de manera que no muriera si el hombre no pecara. Pero aquel que con el espíritu vivificante será espiritual é inmortal, no podrá de ningún modo morir; así como el alma que fué criada inmortal, la cual, aunque se dice que muere con el pecado, careciendo de una especie de vida suya, esto es, del espíritu de Dios, con que podía vivir sabia y bienaventuradamente, sin embargo, no deja de vivir con una vida suya propia, aunque miserable, porque la crió Dios inmortal. También á los ángeles apóstatas, aunque en cierto modo murieron pecando, porque apostataron y desampararon la fuente de la vida, que es Dios, bebiendo de la cual podían vivir virtuosa y felizmente, no obstante, no pudieron morir de suerte que totalmente dejasen de vivir y sentir, porque los crió Dios inmortales; y así después del juicio final los arrojará y condenará á la muerte segunda, de manera que ni aun allí carezcan de vida, supuesto que no han de carecer de sentido, habiendo de vivir en dolor y tormento. Pero los hombres que participan de la gracia de Dios, ciudadanos de los santos ángeles que viven en la bienaventuranza, se vestirán los cuerpos espirituales de modo que ni pequen ya más ni se mueran, sino que gozarán de aquella inmortalidad que, como la de los ángeles, no pueda perderse con el pecado, quedándoles, con todo, la naturaleza de la carne, pero sin rastro de ninguna corruptibilidad o imperfecfección carnal. Réstanos por explorar una cuestión que es indispensable la tratemos, y con el auxilio soberano del Señor de la verdad, decidamos formalmente si en los primeros hombres, cuando los desamparó la gracia divina, el apetito de los miembros corporales inobedientes nació del pecado de la desobediencia (porlo que vinieron á abrir los ojos sobre su desnudez, esto