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San Agustín

motivos é incitaciones de los vicios y los mismos apetitos viciosos, sin embargo, no todos los vicios de nuestra mala vida deben atribuirse á la carne; porque no eximamos de todos ellos al demonio, que no está vestido de la carne mortal, pues no obstante que no podamos llamar con verdad al príncipe de las tinieblas fornicador ó borracho, ó con otro dicterio semejante alusivo al deleite carnal, aunque es secreto instigador y autor de semejantes pecados, con todo, es sobremanera soberbio y envidioso; el cual vicio de tal modo se apoderó de su vano espíritu, que por él se halla anatematizado ó condenado al eterno tormento en los lóbregos calabozos y cavernas de este aire tenebroso. Y estos vicios, que son los principales que tiene el demonio, los atribuye el apóstol á la carne, de la cual es cierto que no participa el demonio; porque dice que las enemistades, contiendas, competencias, iras y envidias son obras de la carne, de todos los cuales vicios, la fuente y cabeza es la soberbia que, sin carne, reina en el demonio.

En dónde hay otro enemigo mayor que aquel que lo es de los Santos? ¿Quién hay que sea contra ellos más solícito, más animoso, más contrario y envidioso? Y teniendo todas estas deformes cualidades sin estar vestido de la carne, ¿cómo pueden ser obras de la carne sino porque son obras del hombre, á quien, como insinué, llama carne? Porque no por tener carne (la cual no tiene el demonio), sino por vivir conforme á sí propio, esto es, según el hombre, se hizo el hombre semejante al demonio, porque también quiso éste vivir conforme á sí propio «cuando no perseveró en la verdad» (1), para hablar mentira, movido, no de Dios, sino de sí propio, que no sólo es mentiroso, sino padre de la mentira, porque él fué el primero que mintió, por quien (1) San Juan, cap. VIII. Quando in veritate non stetit.